Función pulmonar baja como predictor de riesgo de enfermedades crónicas y muerte prematura

Hasta 10% de los adultos jóvenes presentan una función pulmonar subóptima determinado por un volumen espiratorio máximo en un segundo (FEV1) 80% menor al predicho, lo cual podría identificar a individuos en riesgo de enfermedades crónicas y muertes prematuras, de acuerdo con un estudio realizado por investigadores del Hospital Clínic de Barcelona y el Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS), en Barcelona, España.[1]

Los pacientes con valores anormales representan un subgrupo que, en algún momento de su desarrollo, ya sea por causas genéticas o ambientales, tuvo una alteración en sus pulmones.
Los resultados del estudio fueron publicados en versión electrónica en la edición de diciembre de Lancet Respiratory Medicine a partir del análisis de datos clínicos, fisiológicos y biológicos de un estudio con seguimiento longitudinal de más 15.000 individuos de tres diferentes grupos de población.

De izquierda a derecha: Dr. Josep Brugada, Dr. Àlvar Agustí, Rosa Faner, Dr. Guillaume Noell.

El estudio utilizó la cohorte FOC (Framingham Offspring Cohort)[2] y los resultados se validaron en la cohorte independiente CARDIA y en la cohorte GenIII, que incluye datos de los descendientes directos de los participantes de la cohorte FOC, según ha detallado a Medscape en Español el Dr. Àlvar Agustí, director del Insituto Clínic Respiratorio, en el Hospital Clínic de Barcelona, jefe del equipo de Inflamación y Reparación a las Enfermedades Respiratorias del IDIBAPS y miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Respiratorias (CIBERES).

En el trabajo también participaron el Dr. Guillaume Noell, del mismo grupo de investigación, el Dr. Josep Brugada, jefe del equipo Arritmias, Resincronización e Imagen Cardiacas del IDIBAPS, y Rosa Faner, Ph. D., investigadora del CIBERES en el IDIBAPS.

Principales resultados

Los investigadores detectaron que entre un 5% y un 15% de los participantes entre los 25 y 40 años tenían una función pulmonar de menos del 80%, medida por medio de una espirometría y definida como un volumen espiratorio máximo en un segundo menor al 80% del predicho. Además, pudieron comprobar que este factor se asociaba a una mayor prevalencia e incidencia precoz de enfermedades respiratorias, cardiovasculares o metabólicas, así como de mortalidad prematura por todas las causas (en la cohorte FOC, hazard ratio: 2,3; IC 95%: 1,4 – 3,7; p = 0,001), que era independiente, pero aditiva, de la exposición acumulada al humo del tabaco.

Además, observaron que en este grupo había una mayor prevalencia de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y metabólicas. También encontraron que las comorbilidades aparecían 10 años antes respecto a las personas con una función pulmonar normal y que la tasa de mortalidad también era mayor (39 años frente a 47 años en la cohorte FOC, y 30 años frente a 37 años en la cohorte CARDIA; p < 0,0001). “Esto nos indica que el hecho de que haya un desarrollo anormal de los pulmones en los primeros años de vida puede indicar que otros órganos del cuerpo tampoco se han desarrollado correctamente”, comentó el Dr. Agustí.


El Dr. Agustí explica que la cohorte de Framingham originalmente fue diseñada por cardiólogos con el objetivo de estudiar los factores de riesgo cardiovascular. “Por alguna razón incluyeron, en la segunda y tercera cohortes, el registro de la espirometría para evaluar la capacidad pulmonar de los participantes”. A pesar de que esos datos están disponibles desde hace tiempo, hasta ahora no se había abordado su estudio desde esta perspectiva, “que fue lo que nosotros hicimos: evaluar qué pasaba con la función pulmonar a lo largo de 30 años, primero en la cohorte FOC y luego en sus hijos, que es la GenIII”.

Precisamente, gracias al análisis de los datos de esta última cohorte se pudo determinar que las personas cuyos padres tuvieron una función pulmonar baja a lo largo de su vida, presentan a su vez una función pulmonar menor que los hijos de aquellos individuos cuyos parámetros eran normales. En concreto, 1 de cada 10 tenía un volumen espiratorio máximo en un segundo inferior al 80%, mientras que esta proporción era 3% en aquellos con ambos padres clasificados como normales en la cohorte FOC (n = 248; p < 0,0001).

Para el Dr. Agustí, que es también profesor médico asociado a la Universidad de Barcelona, estos resultados aportan evidencia del valor que podría tener “una prueba barata, sencilla y reproducible como es la espirometría” para detectar de forma precoz a los pacientes con un riesgo elevado de presentar estas patologías crónicas, lo que facilitaría la intervención temprana para intentar revertir el riesgo, y también para hacer un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno en los casos en los que sea necesario.

A su juicio, sería interesante considerar la posibilidad de medir la capacidad pulmonar durante la infancia y la adolescencia por medio de la espirometría, ya que “podría ser un buen indicador del correcto desarrollo no solo de los pulmones, [sino] también de otros órganos”, concluyó el Dr. Agustí.

Es importante destacar que las tasas de abandono diferencial durante el seguimiento de los participantes se consideraron como una posible fuente de sesgo.

Este estudio ha sido financiado con el apoyo del Fondo de Investigación Sanitaria, Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, Formació Personal Investigador, Agencia de Gestió d’Ajuts de Recerca 2016 y AstraZeneca Foundation Young Researcher Award.

Fuente: Función pulmonar baja como predictor de riesgo de enfermedades crónicas y muerte prematura – Medscape – 25 de enero de 2018.

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